El principito (fragmento)

[…] -Mi vida es monótona. Cazo gallinas, los hombres me cazan.  Todas las gallinas se parecen y todos los hombres se parecen.  Me aburro, pues, un poco.  Pero si me domesticas, mi vida se llenará de sol.  Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los otros.  Los otros pasos me hacen esconder bajo la tierra.  El tuyo me llamará fuera de la madriguera, como una música.  Y además, ¡mira! ¿Ves, allá, los campos de trigo?  Yo no como pan.  Para mi el trigo es inútil.  Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Es bien triste!  Pero tu tienes cabellos color de oro.  Cuando me hayas domesticado, ¡será maravilloso!  El trigo dorado será un recuerdo de ti.  Y amaré el ruido del viento en el trigo…

El zorro calló y miro largo tiempo al principito.

¡Por favor…, domestícame! -dijo.

Me gustaría -respondió el principito-, pero no tengo mucho tiempo.  Tengo que encontrar amigos y conocer muchas cosas.

Sólo se conocen las cosas que se domestican –dijo el zorro-. Los hombres ya no tienen tiempo de conocer nada.  Compran cosas hechas a los mercaderes.  Pero como no existen mercaderes de amigos, los hombres ya no tienen amigos.  Si quieres un amigo, ¡domestícame!

¿Qué hay que hacer? -dijo el principito.

Hay que ser paciente -respondió el zorro-.

Te sentarás al principio un poco lejos de mi, así, en la hierba.  Te miraré de reojo y no dirás nada.  La palabra es fuente de malentendidos.  Pero cada día, podrás sentarte un poco más cerca…

Al día siguiente volvió el principito.

Hubiese sido mejor venir a la misma hora -dijo el zorro.  Si vienes, por ejemplo, a las cuatro de la tarde, comenzaré a ser feliz desde las tres.  Cuanto más avance la hora me sentiré agitado e inquieto; descubriré el precio de la felicidad!  Pero si vienes a cualquier hora, nunca sabré a qué hora preparar mi corazón… Los ritos son necesarios.

¿Qué es un rito? – dijo el principito.

Es también algo demasiado olvidado -dijo el zorro-. Es lo que hace que un día sea diferente de los otros días; una hora, de las otras horas.  Entre los cazadores por ejemplo, hay un rito.  El jueves bailan con las muchachas del pueblo.  El jueves es, pues, un día maravilloso.  Voy a pasearme hasta la viña.  Si los cazadores no bailaran en día fijo, todos los días se parecerían y yo no tendría vacaciones.

Así el principito domesticó al zorro.  Y cuando se acercó la hora de la partida:

¡Ah!… -dijo el zorro-.  Voy a llorar.

Tuya es la culpa -dijo el principito-. No deseaba hacerte mal, pero quisiste que te domesticara…

Si -dijo el zorro.

¡Peo vas a llorar! – dijo el principito.

Si -dijo el zorro.

-Entonces, no ganas nada.

Gano -dijo el zorro-, por el color del trigo.

Luego agregó:

Ve y mira nuevamente las rosas. Comprenderás que la tuya es única en el mundo.  volverás para decirme adiós y te regalaré un secreto.

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