Convivencia armónica con loros de compañía: MITOS 2da. parte
Hace unos días hablábamos de como en el «mundo loruno» algunas ideas toman mucha fuerza aunque son erróneas, convirtiéndose en creencias populares. Mitos que nos limitan la auténtica convivencia armónica con los loros de compañía.
Una de esos mitos es: «Las jaulas de los loros no deben ser más altas que las personas, para que no se sientan dominantes».
¿Por qué es errónea esta idea?
Los psitácidos no establecen jerarquías como parte de su estructura social. Lo que quiere decir, que no hay loros dominantes y loros sumisos. Y es aquí donde aparece la confusión para propietarios y criadores, ya que muchos pueden asegurar que tienen un loro dominante, que elige donde comer, donde posarse o qué nido ocupar. Sin embargo este hecho no demuestra la dominancia, sino la competencia entre individuos. En cualquier grupo encontramos individuos más valientes, atrevidos, fuertes, territoriales… al mismo tiempo que habrá otros tímidos, inseguros… Y es que resulta que competencia y dominancia no son la misma cosa. En esta utilización indistinta de ambos términos, surge la confusión y el MITO.
Tenencia responsable
Los loros se sienten más seguros y confortables en puntos más altos. Entre más alto puedan posarse, mejor para ellos. Este hecho lo hemos podido comprobar todos los que alguna vez nos hemos relacionado con un loro, pero también para muchos, ha sido un punto de conflicto con el loro. Ya que el comportamiento del ave puede cambiar considerablemente cuando se encuentra en un punto elevado. Algunas veces se vuelven desobedientes e inclusive responden agresivamente cuando intentamos acercarnos a ellos.
La «solución fácil» es evitar que vaya a puntos elevados, así podremos «controlarlo» siempre. La autentica solución a estos cambios de conducta cuando se encuentra en zonas altas, es construir una relación basada en la confianza y enseñarle a acudir a nuestro llamado el 100% de veces que los llamemos desde alturas y superficies distintas. Así, le daremos muchas más opciones para hacer y decidir sobre él mismo. Y al mismo tiempo, conseguiremos que participe voluntariamente en la convivencia con la familia todas las veces que se lo pidamos.
Punto clave
La convivencia armónica se alcanza cuando las aves se sienten cómodas y seguras, y sobre todo, no son forzadas a interactuar con las personas. El ideal es que sean ellas quienes vienen a nosotros cuando las llamamos, de tal manera que no necesitamos ir hasta donde están y obligarlas a subir a nuestra mano.
Todas las personas tenemos naturalmente los recursos necesarios para comunicar asertivamente a nuestros animales aquello que necesitamos. Comencemos por construir relaciones basadas en la confianza.
Digamos NO a forzar a las aves y SÍ a comunicar amablemente.
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