Jugar es de listos

“Mi perro juega a todas horas”. “Es que mi hijo no para de jugar todo el día”. Estas frases no nos son extrañas y sin embargo hay que darles el valor que se merecen. El juego es una parte fundamental del crecimiento del córtex cerebral y de la evolución de las especies. Jugar nos hace listos. ¿Sorprendido?

Un cuervo sobre una tapa de plástico en un tejado nevado en Rusia:

En primer lugar tenemos que definir que es el juego. Nadie duda, cuando ve a un niño jugando en decir: mira, está jugando. Pero la literatura científica lo pone más difícil cuando queremos atribuir ese comportamiento al mundo animal.

Según la RAE el juego se define como:

Jugar: Realizar una actividad o hacer una cosa, generalmente ejercitando alguna capacidad o destreza, con el fin de divertirse o entretenerse.

La duda que siempre ha surgido es ¿se está divirtiendo el animal que juega? ¿Está entretenido? Gordon Burghardt, etólogo de la Universidad de Tennessee se hizo las mismas preguntas. El problema del juego es que no radica en un conjunto de conductas concretas, sino esas conductas en un contexto concreto.

Como ejemplo, Burghardt estudió el juego en reptiles. Morder está considerado como una conducta agresiva, a no ser que se haga dentro de un entorno lúdico, en el cual está permitido siempre que sea dentro de unos límites. Difícil de diferenciar, ¿cierto?

juego pequeño

Imagen 1: A- Juego interespecies entre delfín mular (Tursiops truncatus) y yubarta (Megaptera novaeangliae). B- Juego entre juveniles de chimpancé (Pan trogloytes). C- Juego entre leonas adultas (Panthera leo)

Más allá del juego en sí mismo, es interesante el pensar por qué tantas especies en el mundo animal juegan. Hay un concepto biológico que se llama convergencia evolutiva: especies diferentes entre sí y filogenéticamente lejanas que desarrollan órganos o funciones adaptativas iguales o similares para adaptarse.

Es decir, que varias especies han evolucionado para jugar. Han “decidido” que el juego, va a ser una de sus herramientas para adaptarse.

Desde la neurofisiología esto tiene mucho sentido, ya que algo que es evolutivamente favorable debe de tener un componente genético y heredable. Múltiples estudios afirman que el juego aumenta la memoria y estimula el crecimiento de la corteza cerebral. Es decir, a más juego, mayor cerebro.

Al pensar en evolución del juego, lo normal es ponernos a nosotros como final de la etapa evolutiva de los mamíferos. Veamos pues como hemos evolucionado.

Se cree que aproximadamente el 80% de las especies mamíferas juegan. Esto es así, entre otras razones, porque el juego es un camino muy eficaz hacia el aprendizaje de comportamientos sociales. Explorar el mundo a nuestro alrededor y experimentar con situaciones de la vida real sin peligro.

Como nuestros antecesores encontramos a los primates. Con ellos compartimos 2 de los 3 tipos de juego que existen: el juego físico y el juego con objetos. El juego simbólico  sólo se puede constatar por el momento en humanos. Esto no es de extrañar, ya que compartimos con ellos más del 95% del ADN.

En 2009 Pellegrini publicaba un estudio donde describía el juego como opuesto al trabajo en el caso de primates humanos y no humanos. En el trabajo la importancia radica en la finalidad de la acción y en el juego, lo importante es el desarrollo de esa acción. Es en ese desarrollo de la acción donde se da el aprendizaje. Los individuos juveniles tienen mucho que aprender y es en el juego donde pueden hacerlo antes de ponerse a trabajar.

Jugando, los individuos juveniles prueban comportamientos, exageran, exploran los límites de aquello que se puede y no se puede hacer. Es esta característica del juego la que la hace imprescindible para el desarrollo de habilidades resolutivas, habilidades cognitivas y socio – emocionales que vemos tan desarrolladas en el ser humano.

El juego también va disminuyendo con el tiempo. Tras la pubertad hay un descenso marcado del tiempo invertido en el juego. ¿Lógico, no? Si el juego nos ayuda a aprender cómo debemos hacer, ¿Para qué jugar cuando ya sabemos cómo comportarnos?

En conclusión, el juego es una capacidad adaptativa de las especies. Ayuda en el aprendizaje social, favorece a la resolución de conflictos y aumenta la corteza cerebral. Somos como somos porque hemos jugado.

Así que, a partir de ahora, recuerda tomarte el juego muy en serio.
Aquí vemos a un delfín mular jugando con una yubarta en Hawai.

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